“¿Qué está haciendo Dios? Se lleva a John Lennon, se lleva a esos tres muchachos en Ainsley Pit y está pensando en llevarse a mi padre… ¿¡y la puta Margaret Thatcher vive!? ¿a qué está jugando?” – Phil, en Tocando al Viento (1996).
La década de 1980 fue una época muy jodida para pertenecer a la working class en el Reino Unido o en Estados Unidos, con Margaret Thatcher y Ronald Reagan llevando a cabo los ataques más viscerales de la historia (por ahora) contra los servicios sociales públicos. Si este Estado del bienestar es una conquista obrera o si se trata más bien de una serie de concesiones de la clase dirigente para calmar a las masas descontentas es un debate en el que no queremos entrar ahora; lo que queremos señalar es que la desaparición de las coberturas sociales, la destrucción de miles de empleos y la progresiva precarización de las vidas de quienes estaban en las filas de la clase obrera del momento marcó una época de miseria, desesperación y dolor, pero también de concienciación, movilizaciones, hermanamientos e ingenio para escapar de estas situaciones.
El cine realista social británico ha conseguido, de manera más que exitosa, retratar todos estos sentimientos y situaciones a través de la estética realista y la recreación – de forma comprometida – de historias a partir de lo cotidiano. Decía Leonardo Da Vinci en el siglo XV que “en cuanto nace la virtud, nace contra ella la envidia” y no podemos más que darle la razón al reconocer que es esto lo que sentimos cuando nos encontramos ante este movimiento cinematográfico cuya emulación no se ha podido llevar a cabo en España ni en ningún otro país de la misma forma.
El mayor representante de esta corriente es Ken Loach, director de Riff-raff (1990), cinta que retrata la vida de un trabajador escocés que trabaja de forma precaria (tanto es así que necesita okupar un apartamento vacío para tener una vivienda propia) para una constructora en Londres que, con tal de ahorrar costes, no pone todas las medidas de seguridad oportunas para garantizar la seguridad de sus empleados, al igual que ocurre con los trabajadores ferroviarios en su filme La Cuadrilla (2001). En Lloviendo Piedras (1993) retrata el drama del paro a través de la figura de un padre de familia cuarentón del norte de Inglaterra que hará lo que sea para comprar un vestido de comunión para su hija. Otros de los títulos vinculados a la temática de esta época que firma son La Canción de Carla (1996), Mi nombre es Joe (1998), Felices dieciséis (2002) y Buscando a Eric (2009). Todas sus películas se ruedan de forma natural, sin grandes recursos audiovisuales ni dramatismos más allá de las propias tragedias que viven sus personajes. Los obreros que aparecen no son grandes héroes a mitificar ni personas especialmente comprometidas (de hecho, una escena específica de Riff-raff puede herir la sensibilidad de aquéllos que reivindican los derechos de los animales); son gente normal y corriente, son las víctimas de las políticas neoliberales que se implementaron en su tiempo.
The Full Monty (Peter Canatteo, 1997) es una divertida comedia que relata la historia de seis obreros poco atractivos que deciden convertirse en strippers para ganar algo de dinero tras una ola de despidos en Sheffield (Inglaterra), una ciudad tradicionalmente vinculada con el sector de la metalurgia.
Otra película rodada en clave de comedia, aunque con algunos momentos realmente dramáticos, es Tocando el Viento (Mark Herman, 1996). En ella, una banda de música compuesta por mineros del norte de Inglaterra durante el gobierno de Thatcher sigue ensayando mientras, a su vez, se enfrentan al posible cierre de la mina, lo que supondría la pérdida de sus puestos de trabajo y la desaparición de dicha banda, una institución local con más de un siglo de historia.
Como otro filme sobre mineros podríamos citar Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000). La historia principal gira en torno a un niño de 11 años que quiere ser un bailarín de ballet profesional y cómo esto complica la relación con su padre. Sin embargo, como telón de fondo, se encuentran las profundas dificultades que tiene que atravesar la familia, en la que todos los varones trabajan como mineros durante las huelgas del sector en la década de los 80. Mientras duran las huelgas, los mineros sobreviven como pueden durante semanas sin ingreso alguno y siendo apaleados por policías.
Por último, nos despedimos con una breve mención de This is England (Shane Meadows, 2006), un drama centrado en un grupo de skinheads en 1983. Refleja cómo el movimiento skinhead original fue infiltrado por organizaciones asociadas al nacionalismo blanco en algunos barrios obreros gracias a su ataque populista contra la guerra de las Malvinas y a su xenófobo discurso antiinmigración. Lo mejor: su banda sonora.
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