sábado, 26 de julio de 2014

Sueño de libertad


Por Humberto Santana

Sueño de libertad (Al verte, en algunos países) cuenta la historia de una familia palestina (madre e hijo), desplazada después de la Guerra de los Seis Días (1967), que se ve obligada a vivir en un campo de refugiados en Jordania.



La escena inicial sintetiza de alguna manera el leitmotiv de esta película: un niño en una carretera que se pierde en el horizonte, en medio del desierto, trata de avanzar lo más rápido posible subido en unos patines de la época (de los que tenían cuatro ruedas metálicas y se amarraban al zapato), que apenas logran rodar algo sobre el asfalto rústico, tratando de escapar a un puñado de niños que lo persiguen.

Tarek, el protagonista, es un niño rebelde por naturaleza que no encuentra la respuesta a una pregunta simple, pero determinante de su nueva vida: ¿Por qué no podemos volver a casa? No encuentra la respuesta por dos razones. Es tan solo un niño y las causas del conflicto árabe-israelí son ajenas a él, y tal vez su madre, a pesar de ser increpada y culpada por el niño en su ingenuidad, no tiene el corazón para darle una respuesta desesperanzadora.

Sabiendo que llegaron al campo de refugiados caminando, Tarek decide un día, en lugar de asistir a la improvisada escuela, simplemente volver caminando a casa. Al poco tiempo es detectado por un grupo de milicianos palestinos rebeldes fedayín, quienes para protegerlo, y llevados por la inmediata empatía que les produce su determinación, astucia y simpatía, tratan de disuadirlo, al menos provisoriamente, de seguir su camino y terminan por adoptarlo como “mascota”.

Aunque algunos podrán criticar que la película aborda este conflicto desde un ángulo “ligero”, su encanto radica precisamente en lograr mostrar este enorme drama desde la perspectiva ingenua de un niño. Donde un soldado vería simplemente un velo de tienda de acampar en la noche, Tarek ve un lienzo lleno de estrellas; donde cualquier adulto vería munición sucia, Tarek ve muñecos que utiliza como juguetes.

El lugar y los hechos que marcan el desenvolvimiento de la historia, sugerirían un tono de película denso y gris; sin embargo, termina siendo más bien alegre en muchos de los pasajes, mostrando a los fedayines como personas entregadas a su idealismo, pero del común, casi familiares, motivados quizás por la candidez que Tarek les ha llevado. Las escenas del grupo cantando y bailando son un buen ejemplo de esto.

Es más bien inusual encontrar una película que cuente este lado de la historia. Los hechos marcan que los milicianos fedayines que aquí se muestran muy “a lo Che Guevara” terminaron extremando su idealismo hasta ser catalogados de terroristas. Los hechos registran también, ante el resto del mundo, actos lamentables para ambos lados del conflicto.

Para alguien que no tome partido, parecería ser un ejemplo macabro del dilema del “huevo y la gallina”. La película parece evitar juzgar, logrando sin embargo hacer reflexionar un poco y preguntarse: ¿Qué hubiera pasado si todos estos niños simplemente hubieran podido volver a casa?

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